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Me abrió la puerta, yo entré con la cabeza agachada en total silencio, sentía que me encontraba en un extraño pasillo, el suelo estaba completamente descuidado, no pude fijarme pero había un poco de luz, puede que fuese alguna bombilla colgando, no lo sé…  Estaba demasiado concentrado en el hombre que me apuntaba con una Beretta de modelo 90-two detrás de mi… ¿Quizás a medio metro? Seguramente, yo en ese momento notaba el cañón de esa arma clavado en mi espalda. El silencio que había en ese pasillo me atemorizaba con cada paso que daba, era tan aterrador como el matón que me apuntaba en mi espalda. Intenté subir un poco la cabeza sin dejar de caminar, pero inmediatamente noté como me golpeaba con su pie en la parte trasera de mi rodilla, caí al suelo arrodillado y él me cogió del pelo hasta conseguir que me levantase mientras me decía: - No me gusta mancharme las manos chico, pero si no me haces caso no tendré otra opción que volarte los sesos de un solo disparo. ¿Comprendes? – Tragué saliva y asentí sin pronunciar ni una sola palabra. Caminé recto hasta llegar a una puerta, giré un poco la cabeza hasta poder visualizar los pies de mi secuestrador, entonces escuché como me decía: - No hagas ninguna tontería – Se acercó a la puerta y con el arma golpeó repetidas veces en está sin dejar de mirarme de reojo. Un hombre con el rostro tapado con una bufanda hasta la nariz y un gorro de lana, ambos de color grisáceo, armado con un subfusil GSG-5 Tactical abrió la puerta y indicó con su arma que entrásemos. Mi agresor me apuntó con la pistola – Tú primero… Se que has mirado… ¿Reconoces mi pistola y ese subfusil? Claro que los reconoces, robaste a la gente equivocada y ahora pagarás por ello – Entonces cuando me atreví a entrar noté un gran golpe en mi nuca.

 

¿Queréis saber cómo llegué ahí? Estaba bajo de presupuesto y necesitaba seguir creciendo en el negocio, quería ganarme un nombre, ser alguien en esta maldita ciudad y no un triste camello situado en un barrio marginal…- Reuní a un grupo de personas de mi confianza para asaltar al traficante de armas, entonces esas armas pasarían a estar bajo la disposición de mi grupo de forma gratuita por lo que el beneficio sería muy grande para nuestros bolsillos. Lo hicimos, no hubieron muertos ni heridos pero alguna pista tuvimos que dejar, porque a la semana tenía a ese hombre extraño esperando en la puerta de mi hogar. Fui ingenuo y me dejé llevar, él me ofreció subirme al coche, dice que había oído hablar de mis hazañas y valentía, quería negociar, hacerme crecer como la espuma en el negocio. Fui ingenuo y caí de pleno en una trampa, como si fuera una telaraña con una araña, solo que yo fui la mosca que no se dio cuenta de lo que sucedía hasta quedarse atrapado en ella.

 

Desperté atado en una silla con una venda en los ojos, intenté rápidamente desatarme, me movía como si fuese lo último que iba hacer en esta vida, pero entonces noté el cañón de un arma en mi nuca, apretándome con fuerza mientras que alguien me decía: - Aún es demasiado pronto para morir. ¿No crees? – Dejé de moverme al notar esa voz, la de mi secuestrador. Noté como él alejaba el cañón de la pistola de mi nuca.

               
Estuve un buen rato sentado en esa silla con el corazón acelerado, sin dejar de escuchar los pasos y movimientos del secuestrador. Alguien abrió la puerta y después de entrar pude notar que él mismo cerraba la puerta. Hubo un silencio durante varios minutos, creo que me estuvo observando pero al pasar ese tiempo me habló: - No me importa lo que hayas hecho, voy ha llamar a tu socio, quiero que le digas que dejen de buscarte y meter las narices en el asunto, dile que estas negociando conmigo para llegar a un acuerdo para que compensarme lo que me hicisteis. – Sonó el ruido del teclado de un móvil y a los pocos segundos noté como me colocaban algo cerca de la oreja, era un teléfono. Cuando descolgaron en la otra línea dije: -He… hey, soy Tom, verás.. mira…  tenéis que dejar de bu…scarme, estoy nego… negociando con el traficante. – Después de decir lo que él me dijo pude notar como el matón apretó su gatillo, desde entonces no he vuelto ha despertar.


La avaricia rompe el saco

SIN NEGOCIACIONES

19:05 24/09/2013

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